miércoles, 4 de mayo de 2011

Candar (el mundo que fue)



Cuando danzábamos en Candar, lo hacíamos desnudos invocando con nuestras lanzas al cielo y a la tierra. por traer las lluvias y los soles, por traer todo lo que necesitábamos para desarrollar nuestras vidas. Y lo hacíamos desnudos porque éramos todos hombres libres.

Valga este relato como una breve crónica de mis días en Candar.

La vida en Candar, lejos de ser sofisticada. Era extremadamente simple. Teníamos el día fragmentado en tres partes de similar importancia.
Teníamos las horas de procurar el alimento, las horas de estar con el otro y las horas de estar solo.
Sabiendo a conciencia que el desarrollo de las tres fortalecían el espíritu y la certeza de los hombres de Candar.

A las horas tempranas de la procura de alimento, separabanse los hombres en dos grupos. Los hombres que irían a la caza y los de la pesca. Tarea que rotaban día tras día. Las mujeres quedaban en el poblado a cargo de la huerta y de los niños que no estaban aun para emprender tal travesía.
Ah!!, los frutos de las huertas de Candar se cosechaban en el paraíso. Podía uno tomar un tomate entre sus manos, asestarle un bocado y degustarlo por horas.
Los hombres de la pesca partían de madrugada, buscando los lagos serenos donde habitaban las truchas más sabrosas y nutritivas.


Se pescaba con lanza y el máximo por hombre era de tres por día. Cosa que se prestaba a la risa y a apuestas absurdas. Como decir el que termina último corre cien metros y se sube al árbol noble. Mientras, el resto. Moría de risa.
Era la destreza de estos hombres tal. Que podían atravesar una trucha pequeña desde cinco metros.
Los niños, ya en edad aprendían estos menesteres sobre los hombros de sus padres.
Una norma inquebrantable era tomar de la naturaleza solo lo necesario y en épocas de renovación de ciclos vitales. Tomar solo lo que da.
Llegar al poblado tanto de la caza como de la pesca era una fiesta. Salían las mujeres y los enanos (así le decíamos a los mas pequeños) a recibirnos con los brazos en alto. Sin importar lo que se trajera.
El momento de la comida, mágico. Se armaban largos pasillos con ramas secas y hombres y mujeres a ambos lados. Se comía mirando al otro, viendo que al otro no le falte. De ser así, uno compartía su pan y su bocado con quien tuviera mas cerca.
Esa era la mística del rustico hombre de Candar; un hombre que al mirar a los ojos, develaba hasta el mas recóndito sentir de su alma.

El momento de estar con el otro, se usaba para realizar tareas comunitarias como arreglar los caminos, construir una casa para los nuevos convivientes. Juntar leña.
De estas actividades surgía otra parte importante de su conocimiento. La humildad.


Nunca en mis años en el poblado conocí un Candarin que tenga un ego agigantado, ni gestos soberbios.
Estas horas con el otro, eran quizás las más importantes de todas.
Ya que fortalecían la idea de comunidad. Y le daban la certeza a cada hombre y mujer que ante la adversidad nunca estaría solo.

Las horas de estar solo. Estas horas, se usaban para la contemplación y el autoconocimiento. Los maestros, aunque ese rol no existía contaban anécdotas al pasar. Haciéndose los distraídos. Que un hombre en edad madura trataba de interpretar. Haciendo de esta manera del traspaso de conocimiento algo vivo.
Una anécdota muy común era la que dejaban verter los señores mayores con respecto al avistaje de un águila dorada. Que les había llevado años poder ver.
La cuestión es que uno se internaba en los bosques a la búsqueda del árbol mas alto, intentaba treparlo cosa que rara vez pasaba el primer día y se quedaba por horas esperando ver el águila dorada esto día tras día por años. Hasta que un día se sabia que tal águila nunca existió. Esa sabiduría era personal. Y sin embargo el trabajo estaba hecho. Esas miles de horas trepando de árbol en árbol y esperando nos permitieron ver el todo y nos llenaron de sabiduría.

Lamentablemente para mi, fui enviado a edad temprana a contemplar el conociendo de el otro mundo. El de los señores con traje. El mundo eficiente. Un mundo superfluo y carente de sentido.


Digo lamentablemente porque después de mucho buscar, nunca encontré nada y para adaptarme tuve que ser uno de esos hombres.
Y yo, tan solo lo que añoro es andar descalzo y encontrarme con mi gente.
Con los años, llegaron mas como yo. Ya que mis ancestros no podían creerme. Hoy somos muchos.
Y aunque nos cuesta estar aquí.
Dos veces por semana, nos juntamos a cielo a abierto, de madruga. Para que nadie nos vea. Nos quitamos esos trajes y volvemos a andar
desnudos, caminar descalzos, danzar y alzar nuestras lanzas al cielo. En ese momento volvemos a ser los hombres libres de Candar.


“Hasta bajo la piedra más recóndita, se esconde un ápice de libertad. Solo hay que animarse a tomarla.”


FIN

viernes, 3 de diciembre de 2010

Invierno en mi ciudad

La noche, me suspira tu letargo. Tu llegada no se espera. Y aunque el repiqueteo de tus tacos la anuncia, yo me sigo haciendo el distraído.
En Buenos Aires, hace frío. Un frío terrible. Las calles están desiertas pero tras la vidriera, me siento tranquilo.
Esto es lo que hago hace meses.. Camino largas cuadras con la paciencia de quien sabe, va a ninguna parte. Observo en las calles, la gente que vuelve corriendo a sus casas, a sus refugios. La lluvia, si se digna. El crepitar de los últimos coches.
Camino lento., solo buscando algún bar, de esos que todavía quedan abiertos. Si tienen esos antiguos ventanales de madera, mejor. Entro, elijo una mesa. Pido un café. Pienso y escribo. Aunque hace tiempo ya que pienso mas de lo que escribo.
Pienso en ella., en el pasado. En los sueños perdidos. En las ganas que me quedan de estar vivo. Y son muchas. Si hace poco nomas que volví del infierno. Que aprendí a disfrutar de cosas que antes me estaban vedadas.
Nunca me aleje tanto como hoy en mis pensamientos.
Será por eso que no escuche cuando entraste. Ni en que momento te sentaste a mi mesa. Si fue hace un minuto o dos horas, no podría saberlo. Solo se que te vi frente a mi y no entendí nada.

-Perdón, nos conocemos.
-De toda la vida (me dijiste). Pero es la primera vez que nos vemos.

El silencio fue, fue el doble de largo.



-Hace tanto tiempo que te espero. Pensé que no vendrías nunca.
-Venia llegando.
-Ya se.
-Sos tan hermosa como imaginaba.
-No mientas!
-En serio!
-Te parece?
-Porque no nos vamos.
-Bueno.

Nos levantamos. Me encargue de arroparte.

-Hace un frío bárbaro.
-Gracias.

Te abrí la puerta y ganamos la calle. Tengo un refugio en el alto Valle de las almas, al que solo acceden los que son únicos. (dijiste).

-Me se distinto, ahora eso de único….
-Vamos.

Tomamos un taxi, Corrientes y Montevideo. Tercer piso de escaleras en penumbras, de pasos rápidos. De corazones al borde del encuentro. A tientas buscaste las llaves. Me abriste la puerta de tu cielo. Mi pie derecho, la empujo de vuelta, mientras mis manos te desnudaban. Mientras me adueñaba uno a uno de los olores de tu cuerpo. Y te hacia mía, como era tuyo.



Hace media hora, las palabras necesarias y ahora, el mas hermoso de todos los silencios.
Nos buscamos. Nos encontramos. Nos amamos, nos dormimos en silencio.
Me desperté vaya uno a saber cuando. Ya no estabas.
Pero en mi, estarás siempre. Porque me regalaste el mas hermoso de todos mis sueños. El de alcanzar la eternidad a través tuyo.

Desde ese día, no hago mas que buscarte en todos los besos.
Mi reina en estos mares, mi pedacito de cielo.



FIN

viernes, 19 de noviembre de 2010

La beba

La beba era hija de una extraordinaria forma de belleza de pelo enrulado y fruto de mi semilla. La beba estaba muerta. Yo debía cuidarla.
Y fue así que la envolví en el más fino nylon y la acosté en el freezer y la tape con cabezas de pescado.
Siempre se tapa con basura de vidas anteriores, el dolor extremo.
Camine tan lento que parecían pasar los años; llegue al cuarto me desnude y me tire en la cama.
Como tantas otras veces. Solo, desnudo y sumido en el dolor.
La beba muerta en el freezer y yo acá vivo pero muerto por dentro.
Como cuando me inyectaban morfina. Resabio de una vida pasada. Y entonces el cuerpo no decía nada. No había corazón ni alma. Sino el dolor en todas las fibras y la droga peleando por calmarlo.

Cuando llegaron, preguntaron. La beba?
En el freezer. Respondí.
La buscaron. Yo escuchaba. Como quien escucha a lo lejos la proximidad de un tren.
Se la pasaban de mano en mano, y volvían a pasarla.
Hasta que dijeron. –Respira!!!
Ahí salte de la cama y me presente desnudo ante los tres.
Le daban calor con sus manos. Yo la miraba.
Y en un momento abrió sus ojos marrones como dos telones gigantes. Me vio; dijo papa y soltó el primer llanto.
Yo - Permiso voy al baño.
Cerré la pesada puerta de madera me senté en el piso negro y blanco del baño y apoyado ahí comencé a llorar.
Y mi llanto se mezclaba con el de la beba.
“Que incapaces, los que ya no tenemos nada que dar. “
Yo la quería, Si.
Era mi beba y era hermosa.
Pero ya no tenía nada que darle.

miércoles, 25 de agosto de 2010

DONCELLA


Demian vivía solo en el campo. Se había alejado del mundo. Bebía, tocaba su guitarra y en los ratos libres trabajaba la madera. Hace meses se había empecinado en construir una plaza mágica y su rutina paso a ser bajar el sendero, internarse en el bosque y seleccionar las mejores maderas.
Cuando logro tener la cantidad necesaria comenzó con su labor el carpintero aficionado.
Lo primero que hizo fue un banco de plaza que le llevo semanas. Lo media milimétricamente, lo lijaba y así día tras día hasta que quedo conforme con su trabajo.
Eligió un lugar en su pequeño jardín y lo dejo ahí por siempre. Ya con esta experiencia se animo a ir un poco mas allá, lo próximo seria un subí-baja.
Tras días de diseño, por fin tenía un bosquejo. Serian dos troncos rectos sostenidos por dos tijeras cortas
con mangos de goma. Estuvo toda una semana hasta terminarlo.
Después se quedo pensando que le faltaba a su plaza y decidió construir unas hamacas.
Compro cadenas brillantes, sogas rojas y planchuelas metálicas. Amuro los parantes, coloco el travesaño y dio forma a sus hamacas.
Una vez culminada su obra. Se sentó y lloro.( Una plaza sin niños, que sentido tiene esta plaza!!).

Y volvió a su rutina de beber, tocar y olvidar.

Hasta que una noche escucho el rechinar de las hamacas, abrió su ventana y vio una hermosa mujer en ellas. Le llamo la atención el blanco brillante, casi transparente de esta mujer. Es una visión pensó. Es ese whisky malo y cerró la ventana.

Pasaron los días y otra noche entrada la madrugada el mismo sonido. Abrió la ventana, esta vez no había bebido. Y otra vez ahí estaba aquella hermosa mujer en sus hamacas. Se quedo estupefacto.

-Hola
-Hola?
-No sabía que las visiones hablaran.
-Te parezco una visión?
- Por tu belleza diría que no, mis visiones siempre son mas bien trágicas.
-Me llamo Madna, me gusta tu plaza. Yo vivía acá hace 197 años y en los fresnos más altos mi padre colgaba las hamacas.
-197 que?
-Años.
-Mi padre era un terrateniente de apellido Croizal, era dueño de todas estas tierras. Yo fui asesinada a los 20 años por sus esclavos, por venganza. Me hicieron un monolito en medio del bosque ese donde sacaste la madera con las piedras mas hermosas en donde siempre corre el agua pensando que descansaría en paz.
Pero nadie sabia que nunca ame ni fui amada. Y por eso, quede varada en este terruño por siempre.

-Gracias por prestarme tu plaza.

Y se fue. Pero a partir de ese día volvió todas las noches. Golpeaba a mi ventana y se hamacaba mansamente. Me contó toda su historia. Y así se fueron las noches blandas del verano y vinieron las crudas del invierno. Fue una de esas cuando me dijo.

-Me dejas pasar, hace mucho frío.
-No sabía que los fantasmas sentían el frío.
-Un fantasma es el alma de la persona. Vos con que sentís con tu cuerpo o con tu alma?
-La verdad ambas cosas vienen bastante vaqueteadas, por lo general no siento nada.
- Bueno, se quejo. Me dejas pasar? ( siempre se quejaba )
Acomode unas mesas y la invite a pasar. Para los que no saben, mi casa es un bar con amplios ventanales. Elegimos uno y nos sentamos a ver como la helada se adueñaba del campo.

-Madna, que hermoso nombre. Justo para tan bella mujer, como si supieran.
-Siempre lo supieron, mi madre fue la mujer más hermosa de Pueblo Belgrano. Y así Salí yo.
-Y nunca tuviste novio?
-Nunca.
-Nunca te besaron? ( no sabia que los fantasmas se sonrojaran ).
-Para eso estoy acá.

Me trepe a la mesa, acerque mis labios a la ingrávida nada y la bese. Caí electrocutado en mi asiento. Cuando reaccione sugerí.

-Te gusto?
-Es raro. Como si los cables de alta tensión que cruzan el campo nos hubieran abrazado un microsegundo y soltado de repente.

Respire tranquilo. Ya había tenido bastante experiencia con mujeres, pero era la primera vez que besaba un fantasma.
Y así transcurrían los días. Madna se iba con los primeros rayos de sol y yo dormía. Me despertaba al atardecer, comía y la esperaba. Una de esas noches le dije.

-Te propongo un juego, para saber si en verdad me amas. (Se quejo otra vez.).
-Siempre pones todo a prueba!
-Es un juego nada más. Yo tengo la idea de que cuando dos personas se aman son el centro del mundo el uno para el otro. Como la tierra y el sol. Si no hubiera sol, la tierra se caería o giraría locamente.

-El juego es el siguiente. Yo estoy bebiendo este exquisito vino. Te miro a los ojos. Observo tu belleza, te amo y me perdí. Para mi ya no hay nada, vos sos mi sol. El centro de todo. Y todo lo que no sos vos esta fuera de foco. Es decir todo lo que esta detrás de tuyo, no lo veo., ni siquiera puedo imaginarlo. Ya que estoy absorto en tu belleza.
-Esto me paso una vez en la vida con una mujer y ahora me pasa con vos.
-Entendes?
-Ahora vos. Si te pregunto de que color es el cuadro que tengo a mis espaldas, me podes responder?
-No, es una mancha multicolor.
-Y Si te pregunto de que color son mis ojos.
-Del azul mas hermoso de todos, el que une los cielos con los mares.

Estamos complicados pensé y ya comenzaba a amanecer.

A partir de ese momento, todo fue mágico.

Venias, golpeabas mi ventana, te invitaba a pasar. Acariciaba tu pelo, besaba tus mejillas como si existieran
Y vos a cambio atravesabas mi pecho con tu mano, tomabas mi corazón. Lo detenías; y una paz helada se adueñaba de todo por treinta segundos, que eran toda mi eternidad.
Cuando volvía, te decía te amo. Te amo desesperadamente.
Y vos me decías yo también te amo pero soy un fantasma.

Y ahí volvíamos a la premisa predilecta del amor. Que siempre tiene algo de loco.
Que siempre tiene algo de imposible.

Y nos quedábamos callados.

Una noche viniste exultante, más hermosa que nunca. Y tus mejillas sonrojadas parecían humanas. Y al acariciar tu pelo, mis dedos se enredaban al observar tu rostro, simplemente deliraba.
Me dijiste esta noche voy a ser tu mujer.
No entendí, tampoco pregunte. Me aboque a recorrer tu cuerpo centímetro a centímetro. A robarme tus olores. A fundirme con vos, en una amalgama única e indescifrable que nos unía íntegramente.

A la mañana cuando te fuiste, una carta quedo sobre la mesa de luz. –Abrila y perdóname.

Habías negociado con tus dioses una noche para estar conmigo como mujer y te entendí, yo hubiera hecho lo mismo.
Ahora vagabas libremente por la eternidad. Porque conociste el amor.

Y yo, yo tan solo era un fantasma de carne y hueso que caminaba todas las noches por las calles de Gualeguaychu.

miércoles, 18 de agosto de 2010

LA CULPA

Recuerdo siempre que una señora mayor me decía; nunca te separes en invierno.
Para mi desgracia siempre fue en Abril y a los diez días el frió polar se adueñaba de la casa y de mi alma.
Siempre había alguna con unas maderitas tratando de dar calor. Pero nada me inmutaba cuando me convertía en el abominable hombre de las nieves.
El frió distante y la lejanía en una cama de un metro cuarenta. Siempre me pregunto que verían en mi esas mujeres del invierno. Como me aguantaban?.
Pero estaban ahí y eran nobles, queribles. No notaban mi ausencia, no me conocían.
O quizá ese poco de mi era mucho en el devaluado mercado de las relaciones personales.

Yo siempre volví al primer amor. Miento!. Al tercero. Por mi idealismo y mi terquedad. Y por que no me gusta perder en nada.
Y ahí volvían los besos y las primaveras. Y florecían las rosas solo para que pudiera regalarlas. Y cantaban los pajaros, para musicalizar mis mejores actuaciones.
Y así iba creciendo. Después del frió polar, la mansa primavera y las caricias.
Sucediendose en un circulo infinito a través de los años.

Hasta que todo cambio.

Estaba ya entrado en los treinta cuando gracias a Internet y al deseo postergado dio mi primera novia conmigo.
Mi novia del colegio, la de las fantasias primarias. La de los besos con miedo.
La que me enseño que un corpiño puede ser un invento temible y frustrar al neófito. Y cuando uno daba con la clave, brotaban sendos senos hacia la boca inexperta y glotona y el corazón latía a ciento cincuenta revoluciones por minuto.

Ella que cuando yo tenia quince, diecisiete. Ahora treinta y siete. Y era la misma hermosa mujer de siempre. Algo agotada por años y los divorcios, pero hermosa al fin.
Madura, madre. Y la misma piba de barrio que me acompañaba a esperar el siete allá en bajo flores. Y mientras no venia. Soñábamos una vida, que duro tres meses.
Una hembra divina que los tipos se daban vuelta a mirar y yo a los quince quería que me tragara la tierra.
Ahora presentaba batalla. Y fui en plan de guerra a cobrarme todos los besos juntos.
Cuando abrió la puerta. Eramos nosotros. Que sensacion inexplicable. Dos personas que no se vieron en veinte años por que no hizo falta estaban frente a frente.
Pasamos, la charla fue interminable, risible e interesante. Que los ex, que la vida.
Que estoy asexuada.

-Me dejas probar?
-Yo te veo tan linda como siempre y la verdad te parto como un queso. Nos reímos juntos. ( Una de esas frases bizarras que tanto me gusta usar fuera de contexto para ver como reaccionan).

-No Juan.

Y los besos en el cuello.

-No Juan.

Y otra vez aquellos pechos.

No se si te hacías la bebota o de verdad tenias miedo. Daba igual. A mi la situación me prendía fuego.
Cuando llegamos a la cama, tenia la artilleria preparada y ya festejaba la victoria.
Estuviste bastante vaga debo reconocerlo. Pero no importaba, estaba en el séptimo cielo.

-Tenes lastimado un ojo.
-si las lentes.
-te las saco.
-Pero no veo nada.
-Que importa si vamos a descansar. O recién no me viste toda?
-Si, bueno.
-Veni que te abrazo un rato.

Y nos dormimos como los nenes que fuimos alguna vez.
Lo terrible fue la mañana siguiente. El mediodía.

-Que tomas.
-No nada, tengo que volver a casa.
-Quedate que preparo unos mates. Aparte con con el ojo así no podes ir a ningún lado.

Cuando el saquito de te llego a mi ojo y la caricia a mi cara. Ya me había olvidado la dirección. Me quería quedar ahí por siempre.
Y pensaba en mi mujer, en mi casa. En prender fuego todo. En volver a enamorarte. Y después no podía pensar mas nada.

Me acompañaste hasta la puerta. Me dijiste que estaba mas gordo. La buena vida conteste.

Cuidate y te quiero.

Y me fui caminando hasta la estación Varela silbando bajito.

Y la culpa pensaba, donde esta la culpa?. Y nunca llegaba.

Porque fue lo mas lindo y lo mas sano que me paso en los últimos años.

De que culpa me hablan?.

Volví dos veces. Hasta que el ruido en mi cabeza y en mi corazon se hizo insoportable.

Y viaje a mi casa con un nudo en la garganta que no pude desatar por meses.

Hasta hoy.